La maleza al viento me recuerda algo. Agreste, sepia y alta, la maleza amarilla se mueve lentamente, como un látigo castigando al aire. Me hace sentir seguro, desde mi posición recostado en el suelo, logro ver el sol entre finas rayas de pasto seco. Y algo me recuerdan.
Todas juntas, como bandada de pájaros tímidos, se mueven de un lado a otro. Se peinan cariñosamente entre ellas, preparándose para algo. Entregadas al viento, mantienen los pies en la tierra, desesperadas por volar esperan un viento fuerte, que les arranque el corazón, de la forma mas dolorosa posible. Y a alguien me recuerdan.
La maleza estira sus brazos al sol, y no le importa la seguridad de la tierra seca que abraza sus pies. Baila en círculos, abarcando todo lo que le permite su envergadura. Vanidosa y orgullosa salta violentamente para zafarse, y lo logra. Se suelta y por un minuto su corazón late fuerte, y alcanza a soportarlo. Pero la vida estaba en sus pies, en la sequedad de su árido amante, donde creció y encontró seguridad. Ahora vuela un par de metros y nunca es suficiente, cae enredada entre el pastizal, insatisfecha, desilusionada, pero con la sonrisa de siempre. Y ahí muere sin que el viento le de su mano, ni la tierra la vuelva a acoger. Ni pan ni pedazo, y me recuerda a alguien.
