Gustavo Adolfo Bécquer en una de sus narraciones, cuenta lo que le sucedió un día en el que, paseando por los bellos parajes cercanos al Monasterio de Veruela quedó desorientado en el camino que transcurre entre Litago y Trasmoz.
Al rato de ir deambulando por la zona, topó con un pastor que le advirtió para que no tomara la senda de "La tía Casca".
"En ella fue despeñada la señora en cuestión, y al ser rechazada por Dios y por el Diablo, su alma vaga por ese camino, y mediante engañosos sonidos, unas veces con lloros de niño otras con gruñidos de lobo, atrae a los ingenuos caminantes para, con su seca mano, despeñarlos por el barranco", le relató el hombre.
La leyenda cuenta, que la tía Casca era muy conocida en Trasmoz. Fue acusada, de ser la ejecutora de males de ojo y todos los hechizos imaginables, por los vecinos del lugar, quienes la persiguieron hasta el precipicio en cuestión, y a pesar de los ruegos y súplicas de la anciana, fue arrojada al arroyo donde murió.
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